Las lágrimas de San Lorenzo (más conocidas como Perseidas) hacían algún destello sobre el cielo despejado de Aranda (120 meteoros por hora) cuando se resolvió el misterio. El problema en esto, como en casi todo, es que quien decide lo que se hace no tiene ni idea ni de la problemática existente, ni de las necesidades de los niños autistas (y quien dice autistas dice con necesidades especiales, cuales quieran que sean), ni desde luego tiene puñetera idea de lo que necesitan y demandan sus familias.